Slow Food está experimentando un modelo de cooperación que empieza por los alimentos como motor del cambio. Es un enfoque integrado que coloca los alimentos en el centro de la atención y une puntos que habitualmente están separados: la protección de la biodiversidad y la sostenibilidad medioambiental, la atención por las comunidades locales y sus tradiciones y culturas, la liberación económica para los productores.
La idea de que a través del trabajo de protección de un producto, una variedad vegetal o una raza animal se pueda proteger también a la comunidad que en ello se identifica adquiere un significado especialmente importante en África, el continente que se ha convertido en el símbolo del hambre en el mundo.
En este contexto el trabajo con los alimentos se centra primeramente en la subsistencia de la comunidad, entendida como algo positivo, al ser capaz de garantizar el sustento a los que la practican.
A menudo la economía de subsistencia se percibe de forma negativa, como símbolo de un mundo atrasado, pero en un contexto en el que a menudo las alternativas pueden ser la emigración hacia el norte o la mendicidad en las calles de los barrios bajos de las ciudades, hay que devolver a este tipo de economía el valor que merece.
Además de jugar un papel fundamental para la seguridad y la soberanía alimentaria, la protección de los productos locales también tiene un fuerte impacto social y cultural. En efecto, a través de un producto se refuerza la cultura que ese producto representa, se devuelven orgullo y dignidad a quien lo cultiva y transforma, en un contexto en que todo lo local normalmente se percibe como superado, pobre o feo y todo lo occidental es de por sí mejor, atractivo y deseable.
Este modelo quiere implicar también a los consumidores en Europa, para que entiendan que sus elecciones pueden tener un impacto decisivo ya que el mundo está totalmente conectado y lo que decidimos aquí tiene consecuencias en otros lugares.
Las numerosas micro-actuaciones de Slow Food tienen un fuerte valor simbólico, que va más allá del apoyo financiero. Se trata de devolver orgullo y motivación a una tierra que necesita caminar por sí sola y encontrar su propia autonomía.
Gracias a 4Cities4Dev, Slow Food tiene por primera vez la oportunidad de evaluar la eficacia de este enfoque, gracias al asesoramiento de un equipo de investigadores de la Universidad de Turín, que está ahora mismo trabajando en un informe de investigación y evaluación de sus actividades en el sur del mundo. El informe de la Universidad de Turín sobre el enfoque de Slow Food pronto se podrá descargar de su página web.